miércoles, junio 04, 2008

Oliverio Girondo en Espantapájaros

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Yo no tengo una personalidad; yo soy un cocktail, un conglomerado, una manifestación de personalidades.
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En mí, la personalidad es una especie de forunculosis anímica en estado crónico de erupción; no pasa media hora sin que me nazca una nueva personalidad.
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Desde que estoy conmigo mismo, es tal la aglomeración de las que me rodean, que mi casa parece el consultorio de una quiromántica de moda. Hay personalidades en todas partes: en el vestíbulo, en el corredor, en la cocina, hasta en el W. C.
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¡Imposible lograr un momento de tregua, de descanso! ¡Imposible saber cuál es la verdadera!
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Aunque me veo forzado a convivir en la promiscuidad más absoluta con todas ellas, no me convenzo de que me pertenezcan.
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¿Qué clase de contacto pueden tener conmigo -me pregunto- todas estas personalidades inconfesables, que harían ruborizar a un carnicero? ¿Habré de permitir que se me identifique, por ejemplo, con este pederasta marchito que no tuvo ni el coraje de realizarse o con este cretinoide cuya sonrisa es capaz de congelar una locomotora?
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El hecho de que se hospeden en mi cuerpo es suficiente, sin embargo, para enfermarse de indignación. Ya que no puedo ignorar su existencia, quisiera obligarlas a que se oculten en los repliegues más profundos de mi cerebro. Pero son de una petulancia...de un egoísmo...de una falta de tacto...
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Hasta las personalidades más insignificantes se dan unos aires de trasatlántico. Todas, sin ninguna clase de excepción, se consideran con derecho a manifestar un desprecio olímpico por las otras, y naturalmente, hay peleas, conflictos de toda especie, discusiones que no terminan nunca. En vez de contemporizar, ya que tienen que vivir juntas, ¡pues señor!, cada una pretende imponer su voluntad, sin tomar en cuenta las opiniones y los gustos de las demás. Si alguna tiene una ocurrencia, que me hace reír a carcajadas, en el acto sale cualquier otra, proponiéndome un paseíto al cementerio. Ni bien aquélla desea que me acueste con todas las mujeres de la ciudad, ésta se empeña en demostrarme las ventajas de la abstinencia, y mientras una abusa de la noche y no me deja dormir hasta la madrugada, la otra me despierta con el amanecer y exige que me levante junto con las gallinas.
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Mi vida resulta así una preñez de posibilidades que no se realizan nunca, una explosión de fuerzas encontradas que se entrechocan y se destruyen mutuamente. El hecho de tomar la menor determinación me cuesta un tal cúmulo de dificultades, antes de cometer el acto más insignificante necesito poner tantas personalidades de acuerdo, que prefiero renunciar a cualquier cosa y esperar que se extenúen discutiendo lo que han de hacer con mi persona, para tener, al menos, la satisfacción de mandarlas a todas juntas a la mierda.
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5 comentarios:

P dijo...

Texto muy fácil para identificarse con. (Prepositions are bad words to end sentences with...)

Entre las muchas personalidades que tuvo, el día que escribió eso evidentemente estaba activa la que reconocía que las había.

Si creo que no tengo más de una personalidad, quizá es sólo porque la que está activa es la que niega que haya otras.

Yo reconozco que tengo una personalidad que trata de ser políticamente correcta, a costa de alguna leve simulación, y otra personalidad sincera, a costa de tacto.

Por ejemplo, ante la siguiente pregunta:

-Te mandé un mail, ¿por qué no me respondiste?

La personalidad cortés/mentirosa podría responder (en jerga contemporánea):

-Uh, ni lo vi, estoy hasta las manos y hace bocha que no lo reviso.

Mientras la personalidad descortés/sincera podría emitir la siguiente respuesta:

-Ah, sí, sí, lo leí, pero no tenía ganas de responderte.

Me gusta la gente que tiene capacidad de reconocer que su personalidad es contradictoria.

Por ejemplo, me molesta cuando en algunos programas de televisión muestran a una persona en dos escenas diferentes, diciendo cosas que se contradicen. Me molesta porque esto se hace con la actitud de "¡Jaaaa, mirá, te descubrí contradiciéndote!".

Reconozco que el recurso puede ser muy útil y valioso en cosas como testimonios de personas frente a un hecho que tenga relevancia en un juicio o para el escrache de funcionarios cagadores.

O sea, marcar las contradicciones me parece positivo siempre que lo que se remarque sean contradicciones sobre afirmaciones factuales.

Pero la verdad es que somos humanos: con el tiempo cambiamos. Yo soy más parecido a casi cualquier otra persona de mi edad
que a mí mismo cuando tenía cuatro años.

Me molesta que se marquen las contradicciones como si el hecho de contradecirse demostrara que la persona en cuestión no tiene capacidad de razonar.

Si se exige que uno no se contradiga nunca, se exige que uno nunca cambie de opinión, que uno nunca aprenda cosas nuevas, que uno no tenga la capacidad de darse cuenta de que estaba equivocado.

Tengo ganas de seguir ponderando las virtudes de la contradicción, pero creo que es suficiente invasión del espacio público.

Por mi parte, me contradigo a tal punto que no me contradigo.

Conz dijo...

me quedé con la primer frase... sublime

A dijo...

"Yo no tengo una personalidad; yo soy un cocktail, un conglomerado, una manifestación de personalidades. " esa frase es buenisima

Claudio Fimiani dijo...

Este escrito de Girondo es brillante. Y muy cierto y lúcido. Y hablando de contradicciones, Withman decía "por supuesto que me contradigo, contengo multitudes!" Y un poco más allá, el maestro Osho decía "Todo lo que digo tiene validez solo para el instante en que lo digo". Genial! Y yo digo: todo el tiempo estamos debatiéndonos, cambiando, creciendo y en el mejor de los casos, evolucionando.

Un abrazo
Klau

Anónimo dijo...

hiya


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